- Compartimos una reflexión de la especialista Graciela Perriconi respecto al debate generado acerca de los libros remitidos a escuelas secundarias por el Ministerio de Educación de la Nación de Argentina. Los invitamos a participar dejando sus comentarios a modo de abrir al debate y al intercambio de opiniones.
La
libertad de leer…
Por Graciela
Perriconi
Pasaron
cosas en estos días que han movido especialmente mi interés: el cuestionamiento
al libro Asquerosología en acción,
publicado por ediciones Iamiqué, que fue tildado de vulgar, a Peter Capusotto de Diego Capusotto y Pedro Saborido
editado por Random House/Sudamericana, Perramus de Juan Sasturain y Alberto Brescia, publicado por
Ediciones De la Flor y otros de editorial Colihue (no pude hallar los
títulos), muchos de estos retirados de las escuelas en la Provincia de Mendoza.
Más allá de los libros, las empresas editoras y los criterios de selección y
compra, mi atención quiere situarse en la libertad de leer o los derechos del
lector. Alguien ya decide por él dentro del marco institucional y alguien antes
también ha dicho: este material es inconveniente. Antes que el maestro y
por supuesto antes que el niño.
Esta
idea gestada con algunos ribetes no bien delineados de “cuidar al menor o al
adolescente” es poco sostenible en una sociedad que no los tiene en cuenta
en muchísimos aspectos: salud, medios, mensajes contradictorios sumados al
abandono y la subestimación. Sin pasar por alto que defiendo la buena calidad
en contenido e imagen de los libros en general y de literatura en particular,
quizás esos libros sean útiles en manos de chicos y jóvenes que puedan opinar
sobre ellos, que sean acompañados a emitir juicios de valor sobre esos
escritos. ¿Quién puede sostener que la LIJ no es evaluada (en el sentido de
valorizar que tiene la palabra) por sus lectores, quién puede desconocer la voz
de los chicos? O pensar que no están capacitados para emitir opiniones y ser
escuchados cuando dicen que algo le gusta o no, que es aburrido o que es malo?
Creo que
tenemos una función muy importante en nuestras manos que es la de generar
esa mirada crítica, que discuta el sobre los contenidos y quién mejor que
los dos grandes protagonistas que tiene la escuela: maestro y alumno para
hacerlo. El censurar a veces se disfraza de cuidado…
Se
aprende de los errores, la verdad literaria no existe, existen las obras y los
buenos escritores, y hoy el mercado que rige nuestros destinos, porque es quien
habilita o no a un autor y su producción. Nosotros vamos formándonos de manera
constante en distintos formatos y somos los únicos actores de nuestras censuras
y permisos. Vivimos instalados en las palabras y las imágenes, podemos, si
sabemos, seleccionarlas: escuchar los comentarios, las críticas y las dudas de
otros que no opinan de igual forma. Eso es construir y ese es el cuidado que
nos debemos.
La
censura es siempre condenable porque alguien se erige en conciencia por
encima de los otros y de eso los argentinos sabemos mucho. Adhiero a las
discusiones constructivas que ayudan a las empresas a mejorar sus productos, a
la apertura de miradas, no a las prohibiciones.
2 comentarios:
Una parte de mi la opinión de esta nota, pero sin embargo, como madre, no estoy segura si les daría esos libros a mis hijos. Debo admitir que no los he visto personalmente, solo lo que mostraron en televisión
Una parte de mi la opinión de esta nota, pero sin embargo, como madre, no estoy segura si les daría esos libros a mis hijos. Debo admitir que no los he visto personalmente, solo lo que mostraron en televisión
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